El dolor emocional es algo que todo mundo ha padecido alguna vez y el cual puede sentirse de diversas formas: como ansiedad, soledad, angustia, tristeza, vacío u otras emociones no placenteras que se derivan de diversas experiencias que suceden en la vida como el rechazo, la no aceptación, la falta de comprensión, la culpa, la pérdida de algo que queremos, etc.
Cuando se experimenta dolor emocional es hasta cierto punto muy complejo poder enfocarse en otras cosas, sobre todo cuando este suele ser agudo y profundo. El dolor emocional roba la atención y la concentración de las actividades cotidianas, y por lo general tiende a provocar las siguientes reacciones:
• Aislamiento de los demás.
• Distancia emocional con lo que nos rodea.
• Llanto
• Desesperación
• Angustia
• Ansiedad
• Actitudes relacionadas con la ira como gritos, etc.
• Evasión del dolor, desde distracciones como ver la tele o escuchar música hasta la evasión más fuerte con sustancias como alcohol o drogas cuando el dolor es más agudo y se vuelve insoportable.
• Frialdad o indiferencia provocada por la resistencia a querer sentir.
• Actitudes de “no me importa” o de dureza emocional para con uno mismo o los demás.
¿Por qué sentimos dolor?
El dolor se ha descrito de muchas formas, pero para hablar del dolor emocional tendríamos que hablar también del amor, pues el opuesto del dolor es el amor. Entre más carecemos de amor, más sentiremos dolor.
Cuando uno siente dolor emocional, se puede deber a diversas causas. Pero siendo las relaciones afectivas las principales causas de dolor emocional, nos enfocaremos en esta área dando una breve orientación para poder entender que es lo que provoca el dolor y cómo se puede transformar en aprendizaje.
Dolor emocional por las relaciones afectivas
Este dolor es uno de los más comunes y, para muchos, el más difícil de entender y remediar. Todo mundo sabe lo difícil que puede llegar a ser que dos seres humanos se entiendan y aprendan a convivir. Y todo parece ir de maravilla hasta que empieza a entrar el dolor que provocan ciertas experiencias en las relaciones.
Sucede cuando esperamos que el otro nos acepte o apruebe y de repente percibimos su rechazo o desaprobación. El dolor que puede llegar a sentirse con el rechazo puede ser tan intenso que muchas personas en verdad se sienten agredidas, lo cual puede generar intensa ira o enojo, y provocar que la relación se deteriore o dañe y pueda llegar incluso a romperse.
Se debe principalmente a una baja auto-aceptación, a una pobre valoración de lo que somos. Cuando no nos aceptamos o tenemos escasa valoración por lo que somos, nos generará una personalidad que buscará agradar y quedar bien con el otro, actuaremos a partir de la aceptación o admiración de los demás, de manera que el otro nos pueda brindar la aceptación y aprobación de la cual carecemos. Entre más dolor sentimos por el rechazo del otro, más estábamos actuando a partir de la aceptación ajena. En realidad no nos duele el rechazo del otro, lo que nos duele es que rompemos nuestras propias leyes interiores, es decir, no estamos siendo realmente íntegros con nuestra propia persona, nos prestamos a juegos que no nos gustan o agradan sólo por complacer o querer captar la atención del otro.
Nos duele el rechazo porque principalmente nosotros rechazamos o desaprobamos una parte de nosotros mismos, y al hacerlo, estamos rezagando o dejando a un lado lo que verdaderamente somos a cambio de que “nos quieran”.
¿Qué hacer con el dolor por rechazo?
Habría que empezar por observarse lo más posible y tratar de encontrar donde no estamos siendo nosotros, o donde nos rechazamos, desaprobamos o somos artificiales. Es necesario aprender a observar nuestras debilidades, y a observar el dolor no como un enemigo a evadir o para luchar contra el, sino como un mensajero que nos quiere ayudar a crecer y a ser más grandiosos.
El dolor es un gran maestro si aprendemos a entenderlo y a transformarlo. Y en este caso, el mensaje del dolor es que volvamos a centrarnos en lo esencial, es decir, en la sencillez de lo que somos, aprendiendo a reaccionar de forma sencilla y honesta a los que nos va aconteciendo. Además, es necesario aprender a aceptar nuestras debilidades y fortalezas, a vernos y sentirnos valiosos sin caer en la vanidad o arrogancia, y para esto se requiere un proceso de auto-observación constante.
Dolor por culpa
La culpa es un sentimiento de auto-castigo, de sentir que no hicimos “algo bien” o que procedimos de una forma incorrecta, y nos regañamos y desaprobamos por eso. Este tipo de dolor es fácil de sentir cuando, por alguna causa, observamos que alguien nos rechaza o desaprueba por nuestra conducta, y tiene razón. Al reconocer que no hemos actuado de la mejor forma, podemos caer en culpas y auto-reclamos, los cuales nos provocan dolor emocional.
¿Qué hacer con el dolor por culpa?
Es importante que, cuando sintamos culpa, empecemos por comprender que la vida es un lugar de experiencias donde todos crecemos y aprendemos unos de los otros. Esperar conductas perfectas de nosotros mismos, sólo nos hace caer en una rigidez de pensamiento y sentimiento, lo cual provoca nuestro auto-rechazo inmediato cuando esta perfección no sucede. Nosotros, y las personas en general, siempre estamos tratando de hacer lo mejor que se puede para entender y relacionarnos. Muchas veces, hacemos y decimos cosas que no son propicias, pero esto le puede pasar a cualquiera. El problema es que cuando vemos que la reacción del otro no fue la esperada o provocó reacciones de malestar, alejamiento o rechazo, entonces nos sentimos “mal”, con culpa. Sin embargo, entender que las relaciones son un medio para el autoconocimiento y nos permitimos aprender de ellas más que intentar ser perfectos, entonces podremos aclarar nuestras actitudes y ver y reconocer nuestras posibles debilidades en ellas.
Luego, podemos entonces buscar un diálogo para que la otra persona pueda entender nuestras reacciones o nuestros sentimientos, pero no de forma culposa, sino de forma digna, es decir, aceptando nuestras debilidades, siendo honestos con nosotros y con el otro, y dejando de querer controlar la situación en un molde perfecto. Además, se deben evitar los sentimientos de regaños hacia nosotros mismos, la crítica severa y el rechazo hacia nuestras acciones.
Dolor por alejamiento
Este sucede cuando dos seres que se tienen aprecio, ya sea una pareja, una mamá y un hijo, dos amigos, etc., se separan por alguna causa o rompen la relación.
¿Qué hacer?
Muchas veces creamos dependencias afectivas con los seres que nos rodean y por eso, cuando se alejan o nos alejamos por algo, sentimos dolor, el cual puede traducirse desde un profundo “extrañar” hasta una ansiedad o angustia fuerte. No es que una dependencia este mal, pues de alguna forma todos dependemos de una u otra forma de los que amamos. Sin embargo, cuando el dolor es muy agudo en la separación, significa que la dependencia esta rebasando los límites de nuestro bienestar. Si este es el caso, entonces se debe empezar uno a enfocar en la vida personal, pues lo más probable es que se haya puesto la felicidad o el bienestar en manos del otro. En este caso, el dolor “de desprendimiento” nos avisa que hemos dejado a un lado nuestros intereses esenciales, que nos hemos alejado de lo que realmente nos llevaría a nuestra realización. Habría que empezar por preguntarse y enfocar la atención a lo que nos hace realmente felices, a lo que hemos quizá descuidado, o quizá tengamos que aprender a ser más independientes o a valorarnos más, sobre todo en el caso cuando una relación termina y no queremos que así sea.
Podemos decir, como un resumen general, que cuando sientas dolor emocional no lo rechaces ni lo trates de evadir. No es fácil, cierto, muchas veces sentir cosas que no nos gustan. Pero si aprendes a desahogarte y a ver tu dolor como un mensajero, mucho podrás aprender de él, pues a final de cuentas el dolor nos quiere enseñar, después de todo, a entendernos y aceptarnos más, y a descubrir las profundidades de eso que llamamos amor.