Una idea interesante es que las expectativas que tenemos influyen, o son parte, en nuestra percepción optimista o pesimista del entorno.
Recordemos que optimismo es una forma de sentir y pensar que nos ayuda a emplear juiciosamente las habilidades propias y los recursos del entorno, y a luchar sin desmoralizarnos contra las actividades.
Es decir, optimismo es: Luchar contra las adversidades sin rendirse, Utilizar y valorar nuestras habilidades, Conocer y utilizar los recursos del entorno. Optimismo no es verlo todo de color de rosa, es trabajar de la mejor forma para vencer las adversidades.
Y las expectativas que tenemos sobre el futuro influyen en como luchamos contra esas adversidades. Podemos esperar que las cosas vayan bien o por el contrario pensar que vamos a fracasar. Con la primera actitud actuaremos, con la segunda simplemente no haremos nada (o simplemente nos desilusionaremos).
La fuerza de voluntad y las expectativas favorables configuran la determinación que nos impulsa a perseguir lo que deseamos y a mantener nuestro esfuerzo para conseguirlo.
En la vida hay personas de todo tipo. La diversidad es, además de necesaria, beneficiosa. Los pesimistas se centran en las adversidades, los optimistas se centran en como vencerlas, como utilizar los recursos disponibles para ello y además confían en el equipo para el logro de los objetivos. Balancear ambas actitudes es labor de un líder, que por supuesto ha de ser un optimista nato.