A pesar del universo de posibilidades que ofrece el mercado dedicado al difícil arte de formar parejas, muchas personas continúan estando solas.
Pueden llegar a lograr una cita llenos de ilusiones, pero al instante de conocer al potencial candidato esas mismas ilusiones se encargan de hacer desaparecer las mejores intenciones.
La gente dista de parecerse a las construcciones mentales que elaboran cuidadosamente, pensando que puede llegar a existir alguien que cumpla con todos los requisitos que esperan; pero esa larga lista de cualidades que desean, suelen estar presentes en varias personas diferentes pero no en una sola.
Los seres humanos son difíciles de conocer, porque se empeñan en mantener una imagen de si mismos, tratando de adecuarla a lo que se espera de ellos y nunca se muestran como realmente son, aunque con el tiempo los verdaderos rasgos pueden salir la luz a través de sus actitudes.
En una primera cita sólo se puede evaluar si la proximidad del otro resulta atractiva por la personalidad que refleja en ese momento y a nivel de piel, y qué reacción produce a primera vista.
Pero sea cual sea esa reacción no se puede negar la oportunidad de otra cita, porque las emociones de un primer encuentro pueden influir en la conducta habitual y alguien puede llegar a parecer muy diferente de lo que es.
Por otro lado, las relaciones que perduran en el tiempo suelen ser aquellas que conmueven tanto la mente como el corazón, única forma de relacionarse que permite controlar las emociones, ya que resultan peligrosos para la propia integridad los vínculos que tienen el poder de alienar y hacer perder la identidad propia.
Me estoy refiriendo, por supuesto, a la intención de llegar a formar una pareja estable y no ocasional, porque son dos propósitos muy diferentes.
Enamorarse y vivir una pasión tal vez valga la pena, pero lamentablemente no dura.
Existe un concepto universal y todavía muy vigente que sostiene que los hombres en general tienden a formar pareja con mujeres difíciles de llevar a la cama y no tanto con las fáciles, aunque la paradoja sea la insistencia que demuestran en tener relaciones íntimas desde el primer encuentro.
Más que una paradoja diría que se trata de someter a la mujer a una prueba moral. Si accede de inmediato es fácil, y se convierte en una relación útil para usar, si pone trabas es difícil y entra en la categoría de persona apta para una relación estable.
Esta clasificación es tan obvia y antigua en cualquier sociedad desde que existe el compromiso, porque todo hombre muy en el fondo siempre desea una mujer para él como su madre, o bien, como le hubiera gustado que fuera su madre.
Este mecanismo para elegir mujer no es del todo consciente en un hombre, pero existe como estructura “a priori” y se pone en funcionamiento en todas las ocasiones en las que existe la posibilidad de entablar una relación.
El tipo de pareja que se desea hallar se encuentra en aquellos lugares que coinciden con las características que se desean encontrar en el otro, porque hay una relación entre el hombre y su ambiente.
No es fácil encontrar a una pareja estable en un boliche de dudosa reputación o en un crucero del amor donde es común encontrar sexo pero no compromiso.
Sin embargo, el problema más difícil para encontrar el amor es la propia contradicción de no saber bien lo que se quiere.
Lo más importante es tener bien claro si se está dispuesto a asumir un compromiso, con quién se desean relacionar y ser honestos, centrándose en buscar a ese alguien en el lugar que habitualmente suelen frecuentar la clase de persona que se desea conocer; o bien utilizando el recurso válido de las presentaciones formales.
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