La teoría que afirma que lo que fluye por nuestras mentes afecta profundamente lo que corre por nuestros cuerpos, es más que evidente. Para curar el cuerpo se puede empezar por curar la mente, proveyéndola de todo lo necesario para hacerla feliz. Eliminar ideas negativas que perjudican a la salud y sustituirlas por pensamientos positivos también te ayudará a sanar el cuerpo. Hoy en día las personas intentan curarse cambiando su forma de pensar y tomando nuevas actitudes ante la vida.
Los Ángeles sirven también de agentes sanadores. Nos ayudan enviando y canalizando sus rayos curadores. Colaboran a estabilizar los conflictos que aparecen en las relaciones humanas. También transmiten y divulgan mensajes de indulgencia y reconciliación a las personas que nos conciernan, si estamos predispuestos a perdonar y a olvidar. Los Ángeles también pueden llegar a estas personas en cuestión, incluso si están muertas.
Cuando la gente se pone tan enferma que ya no controla su energía curativa o cuando después de un accidente terrible se llega al coma profundo, Dios envía a los Ángeles curadores para que se responsabilicen de ello. Estos purifican la atmósfera que rodea a los enfermos y a los inconscientes creando una barrear que les distancia de las influencias nefastas y no deseadas. Dentro de esta barrera purgan la atmósfera de negatividad aportando a su vez energía pura y limpia. De esta forma los rayos sanadores de amor tienen acceso directo al enfermo o al que está sufriendo.
Bajo la guía de Rafael, su poderoso Arcángel, están llenos de amor hacia sus hermanos humanos. Están presentes en cada lugar en el que haya un enfermo. Ellos no pretenden competir ni tienen perjuicios en cuanto a hospitales y médicos. Cada hospital posee un Ángel de la Guarda. Es sabido que hay enfermeras que han visto a Ángeles curando a seres humanos de graves enfermedades.
Intervienen prontamente cada vez que les sea lanzada una invocación, una reclamación de ayuda. Sólo en esta condición pueden intervenir, y demasiadas veces se quedan inoperantes pues en el momento del dolor poquísimas personas se acuerdan de dirigir a lo alto su plegaria.
No conocen barreras de tiempo o espacio, ni de lengua, ni de fe, están disponibles par quien pida socorro a la Divinidad, a cualquier Divinidad, pues Dios Padre es uno, y ningún grito se queda desoído.
Una sola barrera les retiene y los deja inertes: la que está puesta por las mentes humanas que ignoran o reniegan de su presencia.
Si nos encontramos en peligro o estamos físicamente heridos, harán cualquier cosa para ayudarnos (siempre que no nos opongamos a ello). Los Ángeles a veces aparecen como unos seres humanos con todos sus atributos que acuden a rescatar al que está al borde de la muerte.
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