Al parecer existen dos métodos básicos para abordar un tema como el de los Ángeles. El enfoque histórico puede dar sus frutos. Se podría resumir como el método en que la realidad pesa más que la fe. Ello nos permite, además, examinar los diversos árboles genealógicos de las huestes angélicas, lo cual nos permite asimismo remontarnos a los orígenes culturales específicos de cada una de las especies.
En muchos casos descubrimos la prueba patente de la utilización global de antiguas líneas de consanguinidad. Observamos cómo los escribas de un grupo religioso concreto se limitaron a trasladar a sus escritos los mitos más sustanciosos de las tribus conquistadas o de las que les conquistaron. Ellos es mucho más evidente en los eclécticos préstamos de los hebreos. Por la misma razón, éstos pueden atribuirse el ser los introductores de los Ángeles a escala auténticamente celestial.
Si aplicamos un método estrictamente histórico, podemos caer en la gran tentación de llegar a la conclusión de que los Ángeles no son más que una colección de fantasías exageradas de los santos eruditos, lo cual podría ser cierto en muchos casos.
Existe, sin embargo, otro método que podríamos calificar de sobrenatural. En éste, la fe pesa más que la realidad. De hecho, es uno de los métodos que más utilizamos para abordar un tema como el de los Ángeles sin realmente planteárnoslo. Tenemos una serie de ideas preconcebidas, basadas en una tradición ininterrumpida de la piedad popular que parece tener unas raíces arquetípicas mucho más profundas que la mayor parte de las religiones que se han perdido en la noche de los tiempos. Estas concepciones arcaicas, bastante más antiguas que el cristianismo, el Islam o el Judaísmo, parecen haberse reproducido con los genes, o como mínimo tener una profunda ligazón con la memoria colectiva.
El último enfoque es el del método científico. Aquí la ecuación que se establece es más sutil. Se puede decir que la realidad crea la fe o bien que, al observar un fenómeno a nivel científico, el observador puede hacerse una idea de cómo funciona éste y de su naturaleza. De todas formas, los científicos modernos han descubierto que el mundo no es tan simple y que a menudo la fe crea la realidad.
Los físicos cuánticos saben que, si esperan que una partícula actúe como una onda, así será. Si esperan que actúe como un punto, se acomodará de la misma forma a su idea. Esto se debe en parte a que cualquier método de observación del mundo cambia necesariamente nuestra percepción de él. Y es todavía más fundamental la idea de que no podemos salir del universo para observarlo. Todos formamos parte de nuestro propio experimento. Este es un punto de mucha mayor importancia cuando nos planteamos la observación de los Ángeles. No debe olvidarse que no se puede dar vida al Ángel por su testigo. No existen pruebas concretas y sustanciales que demuestran lo que ha visto y experimentado el testigo. Lo demás forma parte del mito, la leyenda y la especulación
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