¿Cuál es el criterio para vivir correctamente?
Una noche dos monjes llegaron a su cabaña. Habían estado viajando durante cuatro meses, pero ahora, como era la época de las lluvias, habían regresado a su cabaña. Pero cuando llegaron, el monje más joven que iba por delante de repente se enfadó y se puso triste; el viento y las tormentas habían arrancado media cabaña y sólo quedaba la otra media. Habían vuelto después de seis meses con la esperanza de que podrían descansar en la cabaña y reguardarse de la lluvia, pero ahora iba a ser difícil. Media cabaña se había derrumbado y la mitad del tejado había sido arrancada por el viento.
El joven monje le dijo a su viejo compañero:
-iEsto es demasiado! Estas son las cosas que me hacen dudar de la existencia de Dios. Los pecadores tienen palacios en las ciudades y no les pasa nada, pero las cabañas de los pobres como nosotros que pasan el día y la noche rezando están destruidas. iDudo que exista Dios! ¿Será verdad este tema de la plegaria, o nos estaremos equivocando? Quizá sea mejor pecar, porque los palacios de los pecadores están sanos y salvos; sin embargo, el viento se ha llevado las cabañas de los que rezan.
El joven monje estaba lleno de rabia y maldición, y sentía que todas sus plegarias eran inútiles. Pero su viejo compañero alzó las manos unidas hacia el cielo y se le empezaron a saltar las lágrimas de los ojos. El joven estaba sorprendido:
-¿Qué haces? -le preguntó.
El anciano dijo:
-Estoy dando graciás a Dios, porque quién sabe lo que podia haber hecho el viento. Se podía haber llevado toda la casa, pero Dios debe haber interpuesto algún obstáculo y, de ese modo, se ha salvado la mitad de nuestra cabaña. Dios también se preocupa por nosotros los pobres, deberíamos darle gracias. Ha escuchado nuestras plegarias, nuestras oraciones no han sido en vano; si no, se habría volado todo el tejado.
Esa noche los dos durmieron, pero como os podéis imaginar, durmieron de formas diferentes. El que estaba lleno de rabia y furor, el que pensaba que sus plegarias habían sido inútiles, se estuvo cambiando de postura toda la noche y tuvo toda clase de pesadillas y preocupaciones rondándole la mente. Estaba preocupado. Había nubes en el cielo. Estaba a punto de empezar a llover. Se había volado la mitad del techo y se podía ver el cielo. Mañana empezaría a llover, ¿qué pasaría?
El otro durmió profundamente. ¿Quién más puede dormir tan plácidamente sino la persona cuyo ser está lleno de gratitud y agradecimiento? Se levantó por la mañana y empezó a bailar y a cantar una canción. La canción decía: «Oh Dios, no sabíamos que pudiese haber tanta dicha en una cabaña decrépita. Si lo hubiésemos sabido antes, no habríamos molestado a tus vientos, nosotros mismos habríamos quitado la mitad del tejado. Nunca he dormido tan lleno de dicha. Como faltaba la mitad del tejado, cuando abría los ojos por la noche podía ver las estrellas y las nubes acumulándose en tu cielo. Y ahora que están a punto de comenzar las lluvias, todavía será más bonito porque, sin medio tejado, podremos oír la músicá de tus gotas de lluvia con mucha más claridad. Hemos sido unos idiotas. Hemos pasado muchas estaciones de las lluvias resguardándonos dentro de la cabaña. No teníamos ni idea de la alegría que era estar al descubierto bajo el cielo y el viento y la lluvia. Si lo hubiésemos sabido, no habríamos molestado a tus vientos; nosotros mismos habríamos levantado el tejado».
El joven preguntó:
-¿Qué es lo que estoy escuchando? ¿Qué tontería es esa? ¿Qué locura es esa? ¿Qué estás diciendo?
-El anciano dijo:
-He analizado las cosas en profundidad, y mi experiencia me dice, que todo lo que nos hace más felices es la dirección correcta en la vida para nosotros, y todo lo que nos hace sufrir más es la dirección equivocada. Le he dado gracias a Dios y mi dicha ha aumentado. Tú te has enfadado y tu aflicción ha aumentado. Anoche estabas inquieto, yo he dormido plácidamente. Ahora puedo cantar una canción mientras tú estás a punto de explotar de rabia. Entendí muy pronto que la dirección correcta es aquella en la que la vida se vuelve más dichosa y he enfocado toda mi consciencia en esa dirección. No sé si Dios existe o no. No sé si ha oído nuestras plegarias o no, pero la prueba es que estoy feliz y bailando, y tú estás llorando, enfadado y preocupado. Mi dicha es la prueba de que mi forma de vivir es correcta y tu aflicción es la prueba de que tu forma de vivir es equivocada.
El tema es analizar continuamente en qué dirección aumenta tu felicidad. No hace falta preguntarle a nadie. Puedes usar este criterio todos los días, en tu vida diaria. El criterio es la dicha. Es lo mismo que el criterio que se usa para analizar el oro frotándolo sobre una piedra; el orfebre tira todo lo que no sea puro, y guardará en su escondrijo todo lo que sea puro. Analiza todos los días usando el criterio de la dicha, fíjate en lo que está bien y lo que está mal. Todo lo que esté mal puedes prescindir de ello, y todo lo que está bien se empezará a acumular como si fuese un tesoro.
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