“La vida de cada hombre es el fruto de su voluntad” (I: Jurgensen)
Para desarrollar la voluntad hay que adquirir el “hábito de querer”, con el esfuerzo y ejercicios sistemáticos. A esto llamamos “voluntad constituyente” (que se está formando). La verdadera voluntad, “voluntad constituida”, viene después y se distingue porque ya no necesitamos esfuerzo, porque lo que hacemos nos resulta gratificante y agradable y lo hacemos de forma automática y espontánea: Lleva a tu vida los puntos de este decálogo y algún día tú serás la misma voluntad.
1.- Formula tus propósitos de forma positiva, firme y rotunda y no emplees expresiones dudosas como: “lo intentaré, “haré lo posible”, “trataré”. Di simplemente: “Lo hago ahora”, sin más dilaciones, porque así lo decido, porque me conviene, aunque me cueste. Acumula todas las razones a favor del logro de tu objetivo y refléjalo por escrito, ¡ahora!
2.- Fíjate objetivos que puedas medir, evaluar y controlar. Lleva un registro de los logros obtenidos (auto observación) y que alguna persona de confianza ante la que te has comprometido de forma pública y notoria te evalúe (hetero observación).
3.- No demores demasiado los pequeños éxitos y para ello, haz que lo que te propongas sea algo posible, que te motive y gratifique a corto plazo. Así, reforzado por el entusiasmo de frecuentes victorias, tu voluntad y tenacidad inteligente serán cada vez más consistentes; pero no hagas excepción alguna, basta que los nuevos hábitos se arraiguen con firmeza.
4.- Márcate un límite máximo y razonable de tiempo; contrólate con la frecuencia necesaria y detalla a qué ritmo y con qué eficacia te acercas al objetivo que persigues. Aprovecha cualquier oportunidad para llevar a la práctica las resoluciones y estrategias pensadas y orientadas en el sentido de arraigar más el hábito y la actitud positiva consciente que pretendes establecer.
5.- Sé consciente de que “todas las esperanzas están en ti” y que tú eres el único responsable de que lo que pretendes y proyectas se convierta en realidad. No “eches balones fuera”, ni culpes a nadie. Aunque debes contar con los demás y los mejores; aprende a depender por completo de ti mismo y no hagas concesión ni excepción alguna hasta lograr la “voluntad constituida” y tú ya seas la misma voluntad.
6) Sé previsor, sensato, reflexivo y práctico. Utiliza siempre el sentido común. Vuelve a tus experiencias del pasado y averigua, cómo, cuándo y porqué se vinieron abajo tus propósitos. ¿Cómo acostumbras a engañarte a ti mismo? ¿Cómo te conviertes en parte del problema en lugar de en parte de la solución?.... Aprende de tus errores.
7.- Los ejemplos y los referentes poderosos invitan a la imitación positiva. Contágiate y ayúdate con modelos vivos de personas de fuerte e inquebrantable voluntad. Busca en tu entorno a alguien que pueda arrastrarte, a ser más tenaz, responsable, eficaz y decidido e intenta superarte desde tu humilde deseo de mejorar en todo.
8.- Haz algo por el simple hecho de que no te gusta y no prefieres hacerlo, pero que sea muy provechoso para ti. Con este ejercicio de “hacer lo que temes”, cuando te ponga a prueba una tremenda dificultad o una circunstancia adversa, estarás bien entrenado y adiestrado para pasar a la acción, por grandes que parezcan los obstáculos y por insuperable que se presente la adversidad. Recuerda que “todo hombre es lo que es su voluntad”.
9.- Resume en una frase breve, clara y expresiva el compromiso adquirido. Escríbelo en una cartulina que colocarás en un sitio bien visible, para mantenerlo siempre vivo en tu memoria: El secreto de todo está en el poder de mi voluntad… para poder sólo necesito ¡¡querer!!
10.- Prémiate, felicítate y proporciónate pequeñas e inmediatas recompensas para trabajos y esfuerzos de realización y voluntad tenaz, pronta y eficaz. Premia con recompensar mayores a los objetivos más costosos e importantes, a medio y largo plazo y que han precisado grandes sacrificios y voluntad inquebrantable y duradera.
El mayor premio te lo proporcionará la sensación de confianza en ti mismo y de fortaleza interior que produce la experiencia de que tú ya eres la voluntad misma y que, como decía Emerson: “La propia educación de la voluntad se convierte en meta de la propia existencia”
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