Según el Psicoanálisis amamos al otro por la necesidad que tenemos de satisfacer nuestras necesidades, deseos, impulsos y frustraciones arraigadas en nuestro inconsciente desde la infancia. Por ejemplo, aquellas personas que no han recibido la atención requerida por parte de sus padres, en su presente amarán a quién pueda llenar este “vacío de atención”.
Otras teorías más Cognitivas y Conductuales se centran en los miedos y carencias que tenemos (miedo al fracaso, a sufrir, a la soledad, al rechazo, necesidad de valoración, baja autoestima…) que nos conducen a elegir a aquellas personas capaces de silenciar nuestro malestar. Por ejemplo, una persona con baja autoestima buscará a quien le haga sentirse segura y confirmada, o quien tema la soledad no necesitará más que encontrar a alguien dispuesto a estar a su lado. Pero ambos enfoques tienen algo en común: creen que la mayoría de personas no amamos de forma saludable ni escogemos libremente a quien amar.
EL ENAMORAMIENTO: Fuente de distorsión y engaño
Al inicio de toda relación existe una primera etapa de enamoramiento que nos aleja de la realidad. Es conveniente entonces ser cautelosos y tener presente que la felicidad máxima es un ideal. En las relaciones sanas, donde se establecen límites desde el principio, el bienestar es fluctuante pero, a la larga, significativamente más estable.
En esta etapa se tiende a idealizar a la persona amada. Creemos que podemos modificar al otro con la fuerza del cariño y pasamos por alto aspectos que no nos gustan de la relación. Asimismo, se da una supresión del yo con la que nos olvidamos de nuestros deseos, metas y aspiraciones, ubicándolas en un lugar inferior al “nosotros” de la pareja.
DIFERENTES CAMINOS HACIA EL AMOR: Necesitar, depender o amar
Cuando hay vacío, hay deseo de llenar. En esta circunstancia es cuando gana sentido el amor por necesidad. Una persona puede estar muy bien consigo misma pero sentir que le falta alguien con quien compartir su vida. Así, busca el amor y lo encuentra. La necesidad no es obsesiva ni enfermiza, es sólo necesidad. Cuando ésta es realmente intensa y nos resta fuerzas para afrontar la vida es cuando podemos hablar del amor como dependencia (“Si no le tengo, me muero”).
Sólo el amor verdadero es lento y progresivo. Requiere de paciencia para conocer y amar al otro tal cual es. Exige una madurez para unirse con el otro que únicamente puede lograrse cuando uno se conoce y se ama a sí mismo, cuando uno tiene su interior lo suficientemente lleno para no necesitar y no pedir al otro que lo llene, y exhibe la suficiente capacidad de estima para no permitir que en la unión con el otro se pierda lo que uno es. Es el amor más puro y libre, lo que llamamos simplemente AMOR, y fluye en las relaciones sanas.
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