Cuando la mayoría de nosotros vemos el mundo, creemos que todo existe. Los árboles existen, la naturaleza existe, nosotros existimos y nuestra familia existe. Todo permanece intacto hasta que surge algo negativo y lo cambia; todo tiene un tiempo de caducidad. Un árbol puede durar unos cientos de años. Un ser humano puede durar 80, 90 o 100 años. Las cosas existen en nuestro mundo, hasta que algo ocurre que interrumpe su existencia.
Pero esto no es verdad.
Los kabbalistas enseñan que la razón de nuestra existencia es lo que llamamos la Luz del Creador. Esta fuente de energía sustenta todo en este mundo. Por ende, las cosas no existen porque posean una capacidad innata para hacerlo, sino porque esta Luz del Creador es imbuida nuevamente a todos los seres y objetos, cada segundo de cada hora de cada día.
Un árbol que permanece erguido por cientos de años no lo logra porque posea esa capacidad innata, sino porque cada minuto hay un flujo de la Luz del Creador que llega al árbol y le permite existir.
Nosotros no continuamos vivos de un momento a otro porque tengamos una capacidad innata de vivir, sino porque la Luz del Creador entra constantemente y nos sustenta. No vivimos el próximo segundo porque hayamos vivido el anterior, sino porque la Luz del Creador entra en nuestro cuerpo y nuestra alma a cada momento.
Es importante entender esto, porque si no conoces ni vives con esta conciencia, será muy difícil cambiar algo.
Con un ejemplo simple: Cuando estás horneando un pastel, reúnes todos los ingredientes, los mezclas y los colocas en el horno. Una vez que el pastel está horneado, tal vez quieras añadirle más sal, más azúcar o tal vez más harina; pero no puedes. Una vez que está hecho, está hecho.
Si nos observamos a nosotros mismos, nuestro mundo y todo lo que nos rodea con una simple existencia -sin ser renovados una y otra vez- entonces no podemos cambiar nada. El individuo no puede cambiar simplemente porque él exista. Nuestra relación con los demás no puede cambiar porque ellos ya existan.
No podemos cambiar verdaderamente ningún aspecto de nuestra vida si vivimos con la conciencia que la mayoría de nosotros posee: que las cosas simplemente existen.
Sin embargo, cuando somos capaces de cambiar la manera en que vemos el mundo -la forma en que vemos la naturaleza, a nosotros mismos, nuestra vida y aquéllos que nos rodean- y sabemos que en realidad nada simplemente existe, sino que es constantemente renovado por la Luz del Creador, entonces, por supuesto, todo puede cambiar. Ya sea una enfermedad, relaciones negativas, algo desagradable sobre nosotros mismos, podemos cambiarlo a cada momento porque es nuevo cada segundo.
Si puedes entender y vivir con esta conciencia, entonces tendrás la capacidad de cambiar todo. ¿Cómo alcanzamos esta conciencia? Con la práctica.
Practica observando un árbol: sabe que no existe ahora sólo porque existió antes. Entiende que es imbuido con Luz nueva en este preciso momento.
Obsérvate a ti mismo y sabe que estás vivo ahora, no porque estuviste vivo hace un minuto, sino porque en cada inhalación de aire que tomas hay una nueva inyección de la Luz del Creador en ti.
Observa a tus hijos y sabe que existen porque en este preciso segundo están recibiendo Luz fresca, no porque existieron ayer. Comienza a entrenar a tu mente con esta conciencia: La Creación ocurre nuevamente cada segundo; nada existe porque haya existido antes; todo en el mundo es constantemente imbuido con una chispa nueva de energía de la Luz del Creador.
Con esta conciencia eres capaz de cambiar todo y cualquier cosa, porque ahora sabes que el universo es creado nuevamente una y otra vez, así que todo es universalmente modificable. Todo puede ser cambiado en cada momento.
Michael Berg