Había una vez un gusano que se había enamorado de una flor. Era, por supuesto, un amor imposible, pero el insecto no quería seducirla ni hacerla su pareja. Él sólo soñaba con llegar hasta ella y darle un único beso. Cada día el gusano miraba a su amada. Cada noche soñaba que llegaba hasta ella y la besaba. Un día el gusano decidió que no podía seguir soñando con la flor y no hacer nada para cumplir su sueño. Así que avisó a sus amigos de que treparía por el tallo para besar a la flor. La mayoría intentó disuadirlo, pero el gusano se arrastró hasta la base del tallo y comenzó la escalada. Trepó toda la mañana y toda la tarde, pero cuando el sol se ocultó estaba exhausto.- Haré noche agarrado al tallo -pensó- y mañana seguiré subiendo. Sin embargo, mientras el gusano dormía, su cuerpo resbaló por el tallo y amaneció donde había empezado.
Cada día el gusano trepaba y cada noche resbalaba hasta el suelo. Mientras descendía sin saberlo, seguía soñando con su beso deseado. Sus amigos le pidieron que renunciara a su sueño o que soñara otra cosa, pero él sostuvo con razón que no podía cambiar lo que soñaba mientras dormía y que si renunciaba dejaría de ser quien era. Todo siguió igual hasta que...una noche el gusano soñó tan intensamente que los sueños se transformaron en alas y por la mañana el gusano despertó mariposa, desplegó las alas, voló a la flor y la besó.