¡Oh dulcísimo Jesús crucificado, hijo unigénito del Eterno Padre, y de la Inmaculada Virgen María! Como pobre vengo a Vos, que sois misericordioso, como criatura enferma, a Vos que sois el médico verdadero y único dador de salud, pues eso significa vuestro sacrosanto Nombre Jesús; no permitáis Señor, pues que yo me aparte de vuestros pies sin consuelo y sin remedio; concededme lo que humildemente os pido por vuestro adorable Corazón, y el de vuestra amante Madre; no atendáis a mis culpas, que os obligarán a abandonarme; atender a vuestros méritos, que así me haréis merecedor.
Con éstos, pues, supremos méritos vuestros, junto con mis deprecaciones, esperando conseguir por ellos, lo que por los míos nunca podré alcanzar.
Y desde ahora para siempre os doy las debidas gracias, por el buen favor que confió habré de obtener de vuestra misericordia, la cual sea alabada eternamente.
Amén.