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| la estrella de belen | |
| | Autor | Mensaje |
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sensual iniciad@
Desde : 28/06/2011 He aportado : 138
| Tema: la estrella de belen Sáb Dic 17 2011, 14:19 | |
| Independientemente de las interpretaciones históricas y astronómicas, tras la aparente simpleza del relato de la estrella de Belén guiando a los Magos de Oriente se esconde todo un mundo de claves bajo el lenguaje del símbolo.
En todo cuadro simbólico hay varias lecturas. La escena en la gruta o el portal del Belén ejerce una extraña fascinación, una sensación de coherencia interna que parece hablarle de modo misterioso a los estratos más profundos de nuestra mente. Y rematando el cuadro, ya sea en el belén o en la copa del árbol de Navidad, iluminando la escena desde una posición privilegiada, se alza la estrella navideña.
Luz entre tinieblas
El simbolismo más evidente de los astros es el de fuente de luz, con todo lo que ello implica: luz que disipa las tinieblas y guía a los que se aventuran o moran en ellas. Las estrellas son así representadas en el cielo de muchos templos y cuando las vemos en grupo simbolizan el juego perpetuo entre las fuerzas del orden y las del caos, la dialéctica entre la luz y la oscuridad. De hecho, el Antiguo Testamento compara estos astros con los ejércitos de la divinidad y en el Libro de Enoch se asocia un ángel a cada uno. Se equiparan, por tanto, a los habitantes del cielo, lo que los convierte en imagen de los estados superiores del ser, los estados suprahumanos simbolizados por los propios ángeles. La estrella en el portal o sobre el árbol participa de ese simbolismo. Es foco de luz, faro en las tinieblas de la ignorancia, pero ocupa además, como veremos, una posición privilegiada. Desde el punto de vista de la Teología cristiana, es la propia divinidad manifestándose como luz y guía. En otras ocasiones es asimilada al propio Cristo como divinidad encarnada que al entrar en el mundo se deja ver en la Creación. Pero sus significados no se agotan aquí. Entronca con simbolismos universales, presentes en muchas tradiciones demasiado alejadas entre sí, hasta el punto de hacer sospechar a muchos que son algo más que el fruto de una mera imitación.
La estrella polar
La estrella guía a los Reyes Magos de Oriente y durante ese viaje parece participar de movimiento, pero cuando alcanza su posición todas las representaciones resaltan su estado hierático, de fijeza. Si hay una estrella que ha sido utilizada como guía, es precisamente la Estrella Polar. La imagen de la gruta del Nacimiento como símbolo del mundo en el que encarna la divinidad y sobre el cual se sitúa la estrella evoca inmediatamente la imagen del Universo pivotando alrededor de la Estrella Polar, a la que se compara entonces con el motor inmóvil, el primum mobile o primer motor que dota de movimiento a toda la Creación pese a ser él mismo fijo, estable, eterno, no sujeto a cambio ni devenir alguno. Y es que se la equipara nada menos que con el trono inmutable de Dios, desde el que todo lo ve. La estrella es el ojo divino. En las primeras representaciones de la Epifanía uno de los magos señala a la estrella pintada o esculpida justo encima del Niño ocupando un lugar fundamental en la escena. Pero es en las pinturas de Oriente donde este simbolismo polar se hace más evidente. En los iconos rusos o griegos la gruta del Nacimiento y el Niño ocupan el centro de la composición. Justo sobre él, por encima de la montaña, brilla la estrella, rodeada de ángeles. Desde la luminaria un haz de luz desciende justo sobre el infante divino atravesando la montaña, una columna de luz que nos remite de inmediato al pilar de los mundos, el axis mundi (eje del mundo), el pilar o columna que en tradiciones y mitos de todo el planeta sostiene a toda la Creación y actúa como canal que comunica, atravesándolos, todos los mundos. Es la vía a través de la cual desciende el influjo divino, en este caso el de la Natividad, su Encarnación. Este simbolismo aún es más claro en el árbol de Navidad, cuyo tronco es el eje que reúne todos los mundos y sobre el cual, en su cúspide, se sitúa la estrella. | |
| | | sensual iniciad@
Desde : 28/06/2011 He aportado : 138
| Tema: Re: la estrella de belen Sáb Dic 17 2011, 14:20 | |
| Símbolo ancestral
La importancia de este simbolismo polar ha sido puesta de manifiesto por autores como René Guénon o Jean Hani y los ejemplos acerca de su significado, a la vez cosmológico y metafísico, se reparten por todo el planeta. Lo encontramos de modo recurrente en la cosmovisión de los chamanes. Mircea Eliade, un referente obligado en materia de chamanismo, recalca su importancia: “En la mitad del cielo brilla la Estrella Polar, que sujeta la tienda celeste como una estaca (clavo de hierro). Los samoyedos la llaman ‘el Clavo del Cielo’, los chukchi y los koyacos, ‘la Estrella Clavo’ (...). Saben que el ‘agujero del Cielo’ es la Estrella Polar, que los tres mundos están unidos entre sí por agujeros parecidos y que por ellos el chamán y los héroes míticos se comunican con el Cielo”.
Es de ella de donde precisamente, en nuestros belenes, baja a encarnarse la divinidad. Este simbolismo de centro alrededor del que pivota el Universo reaparece asimismo en la estrella flamígera de la masonería, en cuyo interior se dibuja una G que a menudo se interpreta como la inicial de Geometría, ciencia propia de los constructores, o del Gran Arquitecto del Universo. No obstante, la G es la traducción latina de la letra gamma en griego (?), cuya forma es como un brazo de la milenaria esvástica, que recibe su nombre de cruz gamada precisamente porque cada uno de sus brazos es una letra gamma. La esvástica, confundida a menudo con un símbolo solar, es sin embargo y ante todo un símbolo polar que expresa el movimiento del Universo en torno a su centro y del que participa también dicha letra. Así, cuando observamos la estrella de Belén sobre el Niño o sobre el árbol, símbolo del pilar que sostiene el Universo, estamos contemplando una alegoría de ese centro inmutable alrededor del cual gira tanto lo visible como lo invisible, la Luz de Luces que se ha “colado” en nuestro Universo.
Los rayos de la estrella
Existe la falsa creencia de que las estrellas de cinco y seis puntas en las representaciones navideñas son una innovación reciente y de que las estrellas originales eran de ocho puntas: siete para simbolizar los siete días de la Creación, y por lo tanto del tiempo, y una octava que representa la eternidad. Sin embargo, desde las primeras representaciones de la Epifanía en pinturas y sarcófagos se encuentran estrellas con un número variable de rayos que van desde cuatro, prefigurando la cruz, hasta cinco, seis, siete u once. Especialmente interesantes resultan, desde el punto de vista simbólico, las variantes de cinco y seis puntas. La estrella de cinco puntas, el pentagrama pitagórico, representa el microcosmos, el hombre renacido en la Luz, el Hombre Nuevo, el Espíritu dominando la materia en un Todo equilibrado en el que las partes no luchan entre sí, sino que colaboran bajo la dirección de un principio superior. Cuando se aplica a Cristo alude a su naturaleza humana. En su variante de seis puntas la estrella recuerda inevitablemente al sello de Salomón o estrella de David. Se considera en ese caso una representación del macrocosmos, es decir, de la Creación y de la Divinidad en su centro. Así pues, cuando se aplica a Cristo alude por tanto a su naturaleza divina.
La estrella y la alquimia
La estrella de Belén es un signo bien conocido en el trabajo alquímico. En diferentes manuscritos pueden verse ilustraciones en las que una estrella aparece en la redoma en la que el adepto trabaja para concluir la Gran Obra. El mayor alquimista reconocido de nuestro tiempo, Fulcanelli, se refirió a ella en su obra Las moradas filosofales en estos términos: “Y la estrella terrestre, antorcha oculta de nuestra Natividad, será la marca probatoria de la unión del cielo y de la tierra o, como describe Filaleteo, de la unión de las virtudes superiores en las cosas inferiores”. Cuando dice “nuestra Natividad” el alquimista se refiere a la consecución de la Piedra Filosofal, a la que se equipara con el nacimiento del Niño divino, hasta el punto de que la aparición de la misma al final de la Gran Obra se representa, en muchos tratados de alquimia, como la aparición de un “infante luminoso”. Las palabras de Eugéne Canseliet, discípulo de Fulcanelli, son reveladoras: “Para nosotros, que trabajamos por vía seca en el horno, la morada filosofal, a la vez la más humilde y la más opulenta, es la caverna de Belén, donde la Virgen María dio a luz al divino Niño”. De este modo todo el proceso del trabajo alquímico, interior a la vez que práctico, imita, reproduce, la Natividad. La caverna, la Virgen y el Niño Divino tienen sus equivalentes alquímicos, y la aparición durante el proceso de la estrella de Belén, que puede apreciarse por sus rayos en cierto derivado del mercurio, anuncia al alquimista que va por buen camino, una estrella que para muchos no sería otra que la representada sobre el aguador que se muestra en el Arcano XVII del tarot. | |
| | | | la estrella de belen | |
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