¿Cómo llegar a un terreno intermedio en una desavenencia que parece irreconciliable, sin tener que apelar al desgastante recurso de ceder? ¡Es más fácil de lo que imaginas! Para lograrlo hay dos palabras mágicas: lo siento.
Algunas veces se suscitan situaciones en las que tenemos un cambio de ideas con otra persona, y terminan en una discusión o controversia seria ya que resulta imposible llegar a un acuerdo. Cada parte tiene percepciones y puntos de vista diferentes acerca de la realidad, y cuanto más platican sobre el tema, peor color toma el pleito, ya que se enfrascan más y más en sus propias posiciones.
La gran mayoría de los problemas con otra persona recrean conflictos intrapersonales sin resolver. Temas pendientes, enojos, frustraciones latentes que comienzan a echar chispas cuando otra persona apenas roza o rotundamente da de lleno en ellos. Nos enojamos con una actitud de nuestro interlocutor que refleja algo de nosotros mismos, y que muchas veces preferimos pasar por alto o no tenemos presente de manera consciente. La otra persona nos lo está recordando al mostrárnoslo en nuestras propias narices.
Una segunda causa habitual de las discusiones y los cambios de palabras con otros es las anclas que se disparan a través de ciertos comportamientos. Mediante esta situación revivimos momentos de nuestra vida aletargados que de algún modo no están encauzados ni resueltos. Al volver a salir a flote nos enojamos aún más, y la causa de este enojo está subyacente aunque apuntemos nuestros dardos y nuestros sentimientos desagradables de angustia, fastidio o los que fueran sobre la otra persona.
Pues bien, tal vez te des cuenta del verdadero motivo que se esconde detrás de una polémica acalorada, tal vez no, no tiene mayor importancia. Incluso la situación se le puede haber ido de las manos a una de las dos partes, y a simple vista parece que el distanciamiento que sobrevino no tiene manera de resolverse. Cada integrante de esta controversia adoptó una tesitura sin retorno aparente.
Hay una práctica que es bien efectiva para recomponer una situación desagradable, y es simple: pedir disculpas. Desde luego que muchas veces tenemos la certeza que no nos toca a nosotros hacerlo, sino a nuestro interlocutor, porque consideramos que él (o ella) es quien no está acertado. Para algunas personas es bien difícil reconocer sus errores o admitir que una decisión que tomaron no fue la más apropiada. Gran parte de quienes quedan enfurecidos y resentidos indefinidamente por una nimiedad se enfocan sólo en lo pequeño, en el hecho puntual, y pierden de vista lo grande y verdaderamente importante: una familia, un trabajo, una amistad.
Sé compasivo hacia ti mismo y hacia la otra persona involucrada. Pide perdón, aunque pienses que probablemente no te corresponda a ti hacerlo, si crees que:
Es una forma inteligente de limar asperezas para poder abordar el tema en frío, en otro momento.
Lo que está en juego es mucho más importante que la razón del fastidio o del altercado.
No comprometes tus valores personales ni tu integridad moral al hacerlo.
Es una buena manera de reentablar el diálogo interrumpido.
A todas luces estarás en una situación personal más a gusto que la actual.
Si decides utilizar el puente del “lo siento” para restablecer la comunicación y no sabes cómo hacerlo, ya que es una actitud definida y tomada de manera consciente y no un impulso sensorial, evoca algún momento de tu vida en el que hayas pedido disculpas a otra persona y lo hayas hecho desde el corazón. Recuerda cómo te veías y qué sentías al pedir estas disculpas. Qué te decías. Tómate unos minutos para entrar bien en estado, y con esta imagen acércate a la otra persona para decirle que sientes lo ocurrido.
Ten presente que tal vez sea conveniente volver sobre el tema en cuestión en el momento oportuno, cuando las aguas se apacigüen. Ahí sí trata el tema pendiente con otra óptica, desde una posición más relajada, utilizando primera, segunda y tercera posición para incluir una gran cantidad de puntos de vista y recursos. Aunque muchas veces al utilizar el recurso del perdón como gesto de amor, sobreviene la aceptación de las características que no nos gustan de la gente que nos rodea… y de nosotros mismos.
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