“No pienso cambiar, siempre he sido así, y así se me debe querer. Si no te gusta, te aguantas”.
Debemos aceptarnos unos a otros tal como somos, no podemos pretender cambiar a los demás… pero podemos cambiarnos nosotras mismas, y debemos.
No somos piedras inmóviles, somos mujeres, tenemos capacidad de aprendizaje y de maduración. Si nos lo proponemos, siempre podemos cambiar y mejorar.
Muchas personas suelen insistir en el error y aceptan como normal algo que no lo es. Pareciese que a veces nos quisiéramos convertir en piedras: inamovibles, pesadas, con pocos sentimientos
de vida y de cambio… Pero quien no cambia y no evoluciona, ¡muere! ¿Acaso deseas morirte en vida?
Partimos de un desconocimiento generalizado de quienes somos: no sabemos lo que nos gusta, lo que nos roba sonrisas y mucho menos lo que nos hace felices. Sin embargo, creemos que todo está bien y que no hay ninguna razón para cambiar nuestra forma de existir –más bien subsistir-. Y lo más “cumbre” del asunto es que osamos rechazar las críticas constructivas y no escuchamos a quienes con mayor asertividad ven lo que nos sucede. Nos blindamos en un tanque de guerra que no necesitamos para simular que somos perfectas y que no cometemos errores, y para cerrar con broche de oro, con tono altivo nos atrevemos a decir “es que yo siempre he sido así y no voy a cambiar”.
Vaya obstinadas piedras las que somos… Con ello lo que decimos es algo como: “siempre he sido una mujer llena de defectos y dificultades las cuales no me importan, porque como sea he vivido y aún respiro, nunca he querido mejorar así que no recibiré bien ninguna recomendación que me puedas hacer.” ¡Bravo! ¡Qué gran show de incompetencia y conformismo el que brindamos! ¡Bravo! ¡Ello es digno de un premio de actuación! Porque muy en el fondo, nosotras sabemos que debemos cambiar esas actitudes que sólo nos han ocasionado daños.
¿Para qué mantener una fachada engañosa? ¿No prefieres ser una mujer maravillosa entre defectos que deseas corregir? ¿Por qué insistes en tapar el sol con un dedo? Mirémoslo de esta forma:
Si nosotras nos quedamos como piedras no podremos enriquecer nuestras vidas y ser felices, sino que estaremos eternamente ligadas a los mismos sentimientos y acciones: siempre seremos gruñonas, siempre estaremos asustadas, siempre buscaremos a aquellos hombres que no nos hacen bien, siempre nos conformaremos con menos… Siempre, siempre y siempre seremos miserables.
No sigamos repitiendo las mismas historias, ¿no crees que es aburrido ver la misma película 80 veces? Entonces, ¿por qué permites que tu vida sea la reiteración de acontecimientos de los cuales no aprendiste?
Tú te mereces algo mejor, abandona ese “siempre he sido así y no voy a cambiar”, reemplázalo por un “siempre quiero lo mejor para mí y no escatimo en gastos para encontrar mi felicidad”.
Deja de ser una piedra, busca ser flexible y abre las puestas de tu alma al amor por los demás y por ti misma.
extraído de http://www.todamujeresbella.com/