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| el hombre que plantaba arboles.... parte 1 | |
| | Autor | Mensaje |
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javi CREADOR
Desde : 15/05/2008 He aportado : 7181
| Tema: el hombre que plantaba arboles.... parte 1 Sáb Mayo 31 2008, 08:12 | |
| saludos a todos yo os presento una historia que escuche y lei hace muchos, pero que hoy todavia me sigue sirviendo de revitalizante, y me hace creer que nada es imposible, por mucho que los demas se empeñen en hacernos ver lo contrario, si queremos podemos. les pongo la historia en dos post porque es un pelin larga, espero que la disfruten. EL HOMBRE QUE PLANTABA ARBOLES
Hace muchos años hice un viaje a pie por las montañas, casi desconocidas por los viajeros, de esa región de los Alpes que penetra en la Provenza.
Comenzó en los páramos estériles, de unos 1200 a 1300 metros de altitud, landas desnudas y monótonas. Allí sólo crece lavanda silvestre.
La ruta atravesaba la región en toda su extensión y, tras tres días de marcha, me encontré en un yermo indescriptiblemente desolado. Acampé cerca de lo que quedaba de un pueblo abandonado. El día anterior se me acabó el agua y necesitaba encontrar más. Las casas aglomeradas, que aunque en ruinas me recordaban a un viejo nido de avispas, me hacían pensar que una vez debió haber una fuente o quizás un pozo. Había una fuente, pero seca. Las casas sin techo, roídas por el viento y la lluvia, la pequeña capilla con el campanario derrumbado, estaban dispuestas como las casas y las capillas en los pueblos vivos, pero toda vida había desaparecido.
Era un día de junio soleado y despejado, pero, en estas tierras sin refugio y alzadas hacia el cielo, el viento soplaba con una brutalidad insoportable. Sus rugidos en las ruinas eran los de una fiera molestada mientras come. Tuve que levantar campamento.
A las cinco horas no había encontrado agua ni nada que me diera la esperanza de encontrarla. Por todos lados la misma sequedad, las mismas hierbas leñosas. A lo lejos creí ver una pequeña silueta negra erguida. La tomé por el tronco de un árbol solitario. Por si acaso, me dirigí hacia ella. Era un pastor. Unas treinta ovejas descansaban en la tierra seca.
Me hizo beber de su cantimplora y, un poco más tarde, me condujo a su aprisco, en una ondulación de la planicie. Extraía su agua, excelente, de un pozo natural muy profundo, en el que había instalado un torno de mano rudimentario.
Este hombre hablaba poco. Es típico de los solitarios, pero él parecía seguro de sí, y confiado en esta seguridad. Era insólito en este país despojado de todo. No vivía en una cabaña sino en una verdadera casa de piedra, cuyos muros mostraban claramente cómo su trabajo había detenido la ruina que fue una vez. El techo era sólido e impermeable. El viento sobre las tejas sonaba como el mar en la costa.
El lugar estaba en orden, la vajilla lavada, el suelo barrido, su fusil engrasado; la sopa hervía en el fuego. Noté que estaba bien rasurado, que sus botones estaban bien cosidos, que su ropa estaba remendada con esa minuciosidad que hace invisibles los remiendos. Compartió conmigo su sopa. Cuando le ofrecí mi petaca me dijo que no fumaba. El perro, silencioso como su amo, era amable sin ser servil.
Desde el principio quedó claro que yo pasaría la noche allí; el pueblo más próximo estaba a dos días de camino. Los pueblos de esta región eran pocos y distantes, y yo sabía bien cómo eran. Había cuatro o cinco dispersos sobre las faldas de esas colinas, cada uno en un extremo de una carretera, entre sotos de robles blancos.
Vivían leñadores que fabricaban carbón vegetal. La vida era pobre. Las familias, apiñadas en un clima muy duro en verano y en invierno, se encontraban una lucha por sobrevivir amarga por culpa del aislamiento. No existía alivio. El deseo continuo de escapar se convertía en una ambición enloquecedora.
Interminablemente, los hombres transportaban carbón en carros a la ciudad y luego retornaban. Los caracteres más estables se quebraban bajo esta perpetua presión. Las mujeres hervían a fuego lento sus rencores. Había rivalidad para todo, tanto para la venta de carbón como para el banco de la iglesia, para las virtudes que se combatían ente ellas, para la mezcolanza de vicios y virtudes, sin descanso. Y sobre todo estaba el viento, que incesantemente irritaba los nervios. Había epidemias de suicidios y muchos casos de locura, que casi siempre terminaban en asesinato.
El pastor que no fumaba fue por un pequeño saco y vació en la mesa una pila de bellotas. Se puso a examinarlas de una en una con atención, separando las buenas de las malas. Yo fumaba mi pipa. Me ofrecí a ayudarle pero me dijo que era trabajo suyo. Viendo el cuidado que ponía, no insistí. Esa fue toda nuestra conversación. Cuando hubo apartado una pila de bellotas gruesas, contó grupos de diez. Al hacerlo, eliminó las más pequeñas y las agrietadas, pues ahora las examinaba muy, muy de cerca. Cuando tuvo delante de sí cien bellotas perfectas, se detuvo y nos fuimos a acostar.
La compañía de este hombre infundía una paz profunda. A la mañana siguiente le pedí permiso para descansar allí todo el día. Lo encontró muy natural, o, para ser más exacto, me dio la impresión de que nada podría trastornarle. El descanso no era absolutamente necesario, pero yo estaba intrigado y quería saber más. Hizo salir a su majada y la llevó a pastar. Antes de partir cogió el pequeño saco que tenía las bellotas tan cuidadosamente elegidas y contadas, y lo puso a remojo en un cubo de agua.
Advertí que como bastón portaba una barra de hierro del grueso de un pulgar y tan alta como mi hombro. Haciendo que paseaba le seguí de lejos, por un camino paralelo al suyo. Sus animales pastaban en el fondo de un valle. Los dejó al cuidado del perro y comenzó a subir hacia mí. Temí que viniera a reprocharme mi indiscreción, pero no, ese era su camino y me invitó a acompañarle si yo no tenía nada mejor que hacer. Ascendió un poco más, a lo alto de la colina.
Una vez llegados al lugar que deseaba alcanzar, clavó su barra de hierro en la tierra. Hizo un agujero, puso una bellota, y luego lo rellenó. Plantaba robles. Le pregunté si la tierra le pertenecía. Me respondió que no. ¿Sabía quiénes eran sus dueños? No lo sabía. Suponía que era tierra comunal, de la parroquia, o que podía ser propiedad de personas que no se preocupaban por ella. No era asunto suyo. Así, con cuidado infinito, plantó sus cien bellotas.
Después del almuerzo, volvió a escoger más bellotas. Supongo que debo de haber insistido mucho con mis preguntas, porque me contestó. Durante tres años había plantado árboles en esa región desolada. Había plantado cien mil. De éstos, veinte mil habían brotado. De estos veinte mil, contaba aún con perder la mitad, por culpa de los roedores o de todo lo que es imprevisible en los designios de la providencia. Quedaban diez mil robles que crecerían en ese paraje donde antes no había nada.
Entonces me pregunté su edad. Tenía visiblemente más de cincuenta años. Cincuenta y cinco, me dijo. Se llamaba Elezéard Bouffierd. Había tenido una granja en las planicies. Había sido su vida.
Había perdido a su único hijo, luego a su mujer. Se había retirado a la soledad, se contentaba con vivir tranquilo, con sus ovejas y su perro. Opinaba que esa tierra se moría por falta de árboles. Agregó que, no teniendo ocupaciones importantes, se había propuesto remediar este estado de las cosas.
Yo era joven y sólo pensaba en el futuro, y en lo que me afectaba a mí y mi búsqueda de felicidad. Le dije que, en treinta años, esos diez mil robles serían magníficos. Me respondió simplemente que, si Dios le daba vida, en treinta años plantaría tantos otros que los diez mil serían como una gota de agua en el mar.
Además estaba estudiando la reproducción de las hayas y tenía junto a su casa un vivero de hayucos. Eran muy hermosos. Había pensado igualmente en los abedules para lugares donde, me dijo, había algo de humedad a pocos metros de la superficie.
Al día siguiente nos separamos..........
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| | | javi CREADOR
Desde : 15/05/2008 He aportado : 7181
| Tema: Re: el hombre que plantaba arboles.... parte 1 Miér Feb 10 2010, 18:40 | |
| vuelvo a subir a las primeras posiciones alguno de los post que fueron los pilares de este foro............deseo que todos aquellos que no hayan buceado tan adentro en el foro, ahora los puedan disfrutar
un abrazo.............. javi
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