Hay muchas posibles formas de poder dividir a aquello a lo que prestamos atención en un momento dado. Pero ahora sólo quiero distinguir entre dos posibilidades: sentir o pensar.
Puedes estar atento a tus sentidos, a tus sentimientos y emociones, a cómo estás. Si te concentras ahora en lo que sientes dentro de ti puedes darte cuenta de si sientes frío o calor, si estás en una posición cómoda, si tienes algún músculo en tensión, si tienes algún dolor. También puedes comprobar tu estado emocional: ¿Estás triste, alegre, enfadado? Incluso te podrías dar cuenta de si necesitas algo en este momento, de qué es lo que realmente te apetece: ¿Tienes sed? ¿Quieres estar realmente haciendo lo que estás haciendo ahora, o preferirías estar haciendo otra cosa?
También puedes estar atento a lo que pasa ahí fuera, en el mundo exterior. Puedes escuchar los ruidos de la calle, observar a la gente que te rodea, los árboles, las casas, oler el perfume de la persona más cercana, sentir el tacto de la silla donde estás sentado.
Cuando atiendes a estas cosas, estás en contacto con el mundo real, ya sea esta la realidad externa, o la tuya propia interna. Son cosas que están pasando en este momento y son reales. Sintiendo, nos aseguramos estar unidos a nuestro presente, a la realidad del ahora.
Pero los seres humanos tenemos otra posibilidad adonde dirigir nuestra atención. También podemos pensar. Concentrar nuestra atención en lo que pasa por nuestra cabeza. Y por ahí pueden pasar muchas cosas. Estamos en la cabeza al planificar nuestros próximos viajes o lo que vamos a hacer el fin de semana, al recordar aquella situación, agradable o desagradable, que nos ocurrió hace unos días o años, y también cuando intentamos adivinar qué va a pensar o cómo va a reaccionar una persona ante determinado acontecimiento (generalmente una acción nuestra): ¿Se enfadará si le digo que no me apetece acompañarle? ¿Le gustará el regalo que le he comprado?
El pensar, o estar en la cabeza, no es bueno ni malo en si, pero conviene darse cuenta de en qué se distingue del sentir. Cuando pensamos, desconectamos del mundo físico. Si estás ocupado con un pensamiento, no eres consciente ni de tu realidad interior, ni de lo que acontece en el exterior. Y, además, es nuestra única forma de irnos del presente, de saltar al pasado (recordando), o al futuro (planificando, elucubrando).
Entonces, mi pregunta es: ¿Cuánto tiempo al día dedicas a notar cómo te sientes internamente? ¿Cuánto estás atendiendo a lo que te rodea (mirando, escuchando, tocando, pero sin juzgar)? ¿Y cuánto tiempo estás en la cabeza? ¿Cuánto tiempo pasas dándole vueltas a la mejor manera de decirle algo a alguien, como si eso te fuera a garantizar la respuesta que esperas? ¿Cuánto tiempo pasas planificando tu futuro (ya sea lo que vas a hacer mañana o dentro de dos años, en vez de atender a lo que está pasando ahora?
De vez en cuando, a lo largo del día, párate a darte cuenta de si has estado realmente plenamente consciente de lo que estabas haciendo, viviendo en ese momento, o si tu cabeza te ha llevado a otro lugar. Te sorprenderás de ver qué poco tiempo pasas disfrutando de tu presente.
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