¿Deben pasar muchos años de sufrimiento y deterioro de la propia vida para comenzar a preguntarse porqué se hacen malas elecciones de pareja? Existen mujeres que se “inyectan con un hombre”, utilizándolo como su droga de escape. Es posible comparar este proceso con lo que ocurre con un adicto a la heroína. Las mujeres que interrumpen estas relaciones sufren un proceso similar al que interrumpe el proceso de la droga.
El miedo y el dolor son enormes y existe la tentación de recurrir a otro hombre, que funciona como otra inyección. Es decir que una mujer que utiliza al hombre como una droga hará de su relación con él, algo tan negativo como cualquier otro adicto a una sustancia química.
Cuando está sin pareja, o bien trata de revivir la última relación fracasada, o busca frenéticamente otro hombre difícil en quien concentrarse, porque necesita desesperadamente el estímulo que él le proporciona.
Para la mujer que ama demasiado, su enfermedad principal es la adicción al dolor y la familiaridad de una relación que no es gratificante. El primer paso es comprender que al igual que cualquier adicto se sufre un proceso de enfermedad que es progresivo y que es tratable y se recupera con tratamiento específico. Por mas cruel, incompetente o enfermo que sea su hombre, ella debe junto con su terapeuta comprender que cada intento suyo de cambiarlo, ayudarlo o culparlo es una manifestación de su propia enfermedad y que la principal tarea de su vida radica en ella misma.
La principal convicción de que se puede manejar el problema por si sola a menudo evita que se busque la ayuda adecuada y esto anula toda posibilidad de recuperación.
La negación como mecanismo típico de defensa de las adicciones en este caso a personas, actúa invariablemente, retardando así el proceso de recuperación, ya que impide el reconocimiento de la enfermedad.
Cuando la mujer que ama demasiado al fin se da cuenta de que ha probado todo para cambiar a su hombre y que todos estos esfuerzos fallaron, tal vez esta sea una señal de que debe pedir ayuda. Esta ayuda implica recurrir a un profesional y es muy importante que la persona a quien recurra le haga comprender que es ella quien debe cambiar, que su recuperación debe empezar por ella misma.
Puede seguir buscando por muchos años el hombre que la haga feliz, o bien comenzar el proceso lento de aprender a quererse y cuidarse con el apoyo de su terapeuta y de un grupo que la contenga. Aparentemente resulta más fácil el hecho de seguir buscando la felicidad fuera de sí misma, que practicar la disciplina que se requiere para construir los recursos interiores propios. Pero para aquellas que han pasado muchos años de sufrimiento y deterioro de sus vidas y sienten más deseos de curarse que de cambiar al hombre con quien están, o encontrar a otra persona; para aquellas que sí desean cambiar, es tiempo de comenzar el camino de la recuperación.
Para transitarlo además del apoyo terapéutico especializado en este tema, es necesario conseguir ayuda de un grupo de apoyo adecuado, a fin de interrumpir el circuito de la adicción y de aprender a buscar sentimientos de valor propio y bienestar en otras fuentes, no en un hombre incapaz de fomentar esos sentimientos.
El objetivo es aprender a vivir una vida sana, satisfactoria y serena sin depender de otra persona para ser feliz.
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